La
ciudad es un organismo vivo, complejo, cambiante, inteligente; puede también
semejarse a un juego de ajedrez cuyos contrincantes son: la naturaleza pura y
la naturaleza humana.
Es
un hábitat que alberga distintas especies de todos los reinos. Lógicamente el
ser humano es el protagonista principal de esta obra, pues además es de su
propia creación.
Pero
no por ser su creador, tiene dominio absoluto sobre ella. La naturaleza
propiamente dicha es su coprotagonista. Los cambios climáticos, los movimientos
de tierra, la diversidad de conciencias humanas, hacen que el desarrollo
evolutivo de una ciudad, sea algo impredecible.
Pudiese
ser previsible si el comportamiento humano alcanzase de un alto nivel de conciencia, en este caso,
la naturaleza se encontraría en mayor equilibrio, y habría mayores garantías de
niveles idóneos de vida para todos los componentes en tal hábitat, ya fuesen de
cualquiera de los tres reinos implicados. Pero mientras la conciencia humana no
alcance esos índices, el control se le escapa de las manos, y entonces cabe
esperar lo que las misteriosas y poderosas fuerzas naturales, determinen como
pauta a seguir.
Lo
que si es seguro, es el continuo movimiento del universo y sus partes, como
constante de evolución, la diferencia es que ese cambio puede ser armónico o
forzoso, como puede observarse
últimamente a través de los medios de comunicación, y las noticias que nos
llegan, como los derrumbes, las inundaciones, los damnificados… es como para
tomar conciencia… esperemos que sea así y que no sea demasiado tarde. El
reciclaje es un punto clave en la conservación ambiental, el cual depende del
manejo de los desechos generados por la ciudad, por la “civilización”.
Los
momentos presentes nos advierten de que un cambio drástico puede darse.
Esperemos sea positivo. No obstante, “en la vida lo que a veces parece un
final, es realmente un nuevo comienzo”.
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